29 marzo 2008
Quién, cuándo, qué
La oscuridad es mar
que empuja hacia tu fondo.
Eran todo de mí
sus frágiles veleros,
dije nombrando
lo que aguarda en los huecos
agazapado a expensas del sentido.
¿Era yo la sustancia
de tu debilidad
anegada de espuma
herida por la cuerda tensa que aprisionas
o servil al dolor
de las amarras sueltas
que las olas se llevan
como si fuesen peces
minúsculos y muertos?
¿Sabría flotar en la espaciosa superficie, o
enfrentar, a escondidas
la turbia desazón de los espejos
rotos, clavados
con la certeza y la sapiencia del verdugo
en los extremos del madero?
¿ Podrías, después
hallar algún camino de regreso
allí donde no hay nada
que pueda devolverte, ni llevarnos?
¿Tendríamos un resto de aquél aire
en las celdillas del pulmón petrificado
o así, sin más,
un pasaje de tiempo
vano,
puro
nos dejaría, cianóticos,
como eslabones discontinuos
a lo largo de un surco
que irá borrándose, despacio
como la marca del agua
en las orillas?
Dudo. No sé saber.
El mar, como el amor
amor,
es siempre oscuro.
Jardín de invierno
26 marzo 2008
Aguirre póstumo y el silencio de la feria
Ya no te guardaré
Ya no te guardaré, se deshizo la música
Donde me pareció que estabas.
Eran cristales rotos, o arena, no sé bien:
yo pisé y comprendí.
Comprendí con asombro que el tiempo se estiraba
desesperado y sin sentido
y que yo no era nadie
excepto el que te amó.
Eran cristales rotos, piedras o desventuras,
Eran cuerpos enormes o cenizas, no sé.
Yo pisé y comprendí.
Raúl Gustavo Aguirre
Ajeno
Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y oscuro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.
Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.
Claudio Rodríguez
23 marzo 2008
La leyenda del tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
El tiempo va sobre el sueño
Hundido hasta los cabellos
Ayer y mañana comen
Oscuras flores de duelo
El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
Sobre la misma columna
Abrazados sueño y tiempo
Cruza el gemido del niño
La lengua rota del viejo
El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
Y si el sueño finge muros
En la llanura del tiempo
El tiempo le hace creer
Que nace en aquel momento
El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño
El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño
22 marzo 2008
Ida solamente
Cecilia Minervini era estudiante de Bellas Artes y militante cristiana. Tenía 20 años cuando fue secuestrada, en agosto de 1977
Los subtes y los trenes llevaban gente bella
hacia hermosos lugares
nuestras huellas planeaban recorrer continentes
imprimirse en la grava, en el fondo del mar
buscarse en los espacios más angostos y altos
que la tierra ofreciera
los cuerpos eran lisos
y el amor se bebía la espuma de los sexos
como un tenso licor apresurado
los calendarios, rebosantes de hojas,
pendían de paredes de colores vivísimos
las grandiosas ideas se agitaban
en la boca de todos
como lábiles pájaros de plumaje armonioso
en pequeñas palabras de dulzura perfecta
Los subtes y los trenes llevaban gente bella
hacia hermosos lugares
un cielo despejado renunciaba a la noche
a los párpados muertos por el filo de imágenes
que enmudecen las calles
al pánico que duerme a tu lado en la cama
mientras velás las horas con tediosos cigarros
entre ásperas esferas que repiten maniáticas
el curso de este mundo.
Los subtes y los trenes llevaban gente bella
hacia hermosos lugares
en tus ojos clarísimos declaraba el destino
mejores intenciones.
20 marzo 2008
Santo varón
18 marzo 2008
Noticias
Miro la calle
desde la ventana:
una mañana calurosa
en la que los árboles se agitan
de repente.
Así aparecen
como una saga detallista
tus imágenes,
como el viento en las copas
jadeando
en pleno marzo
en Buenos Aires,
y una cascada de nosotros
precipita
como chorros de agua que se hunden
en ríos tumultuosos
desde una gran altura.
Alguien habló
soltó
echó a rodar
unas palabras inciertas que incluían
una versión de vos,
una noticia
acaso no del todo inesperada
(si hemos sabido
con el tiempo
que al final del pasillo está la muerte
que el corredor, a veces, es un túnel
y otras, una ancha franja a cielo abierto
en la que puede
llover a cántaros
nevar, como en los polos
o descorrerse el velo que oculta las estrellas
antes de una tormenta de verano)
Alguien
y su voz vagamente conocida
- o íntimamente ajena-
puso tu nombre en la mañana de este día
puso tu nombre otra vez sobre mi boca
dentro y
trajo
como quien corta uvas o cerezas
-en racimos-
un tiempo que los dos hemos perdido,
la ironía
de ver girar la rueda de los hechos
presos, como las formas no nacidas
en un bloque de piedra,
en el perfil oscuro
de un alto acantilado
que nada rozará
salvo, tal vez,
el viento
ese que insista,
soplo por siempre inesperado,
en el tiempo que reste
de esta vida.
16 marzo 2008
Otro viaje
14 marzo 2008
11 marzo 2008
09 marzo 2008
06 marzo 2008
Archie
había luz
se oía desde lejos
una música extraña
un aire de free jazz
sin una organizada melodía
con un extenso solo donde el saxo
parecía gritar en los agudos
y escupir,
en los graves,
una retenida maldición
contra la luz del día,
no debiste golpear
la puerta estaba abierta
flotaba en el ambiente
la liviandad de un humo conocido
siempre amable
aromático
no hizo falta que hablaras
ni dijeras tu nombre
algunos lo sabían demasiado,
otros jamás se cansarían de ignorarlo
intentaste acercarte
a quien te pareció más dentro de este mundo
preparaba café
lo servía, despacio
en unas grandes tazas blancas
era una suerte de niña envejecida
o veterana de guerras juveniles
todavía en reserva, por si acaso
-no, por dios,
no uses la cuchara
como no sea sólo para servirte
el azúcar, no revuelvas con ésa
el fondo de la taza-
y te empujó apenas con el hombro
para salir de allí, con la bandeja
a llevar el café, hasta la sala.
Quedaste a solas, en la cocina
apoyaste las manos sobre el mármol
y observaste tus uñas
los nudillos oscuros de tus manos.
Después fue lo que antes había sido,
un rapto de sentido en un abismo
descolorido y líquido,
el lamento de bronce de Archie Sheep:
cuando algo duele así,
no es posible que suene de otro modo.
05 marzo 2008
un asunto mediocre
vanidades
palabras que se dicen
con la boca pegada
a los nidos del viento
reverberancias de la oscura
soledad de un objeto
tantas pequeñas cosas
que en un tiempo desfilan
esclavas
y el mismo traje cubre
tus desnudas creencias
deberías volver
a la inicial pobreza
aquella inevitable
ya en esta hora cae
la gotera insistente:
deberías curarte
de la herida del barro
de la grieta en la puerta
que no aisla
de ese aullido tan próximo allí afuera
la helada ráfaga que alcanza a cobijarse
en íntima intemperie
ser ese hueso manoseado
que se arroja a los perros
cuando nada te alcanza
deberías
deslindar lo que sobra
devolverlo
como quien pesca y abandona
por lujuria o inercia
echar al fin al río
un nervioso aleteo
de vida que se agita
ante el soplo cercano de la muerte
ser ese pez viscoso que remonte
con más gracia que otros, la corriente
henchido de su propia sangre fría
y otra vez
sumergido en el fondo del agua
vuelva a verse
deforme
en su reflejo.
03 marzo 2008
02 marzo 2008
01 marzo 2008
Aquí hay leones
Los cartógrafos de la antigüedad escribían en las regiones inexploradas: "Aquí hay leones".
W.B.Yeats. El crepúsculo celta
En el cielo azul claro de esta noche de luna
en los mares australes
en el cajón que cierra
esa llave pequeña
en la piel de tu espalda que cubre todo el día
esa camisa ajada que traés de la calle
hay leones
en las hojas del libro
que se duerme en tu pecho y no leíste aún
en todas sus historias que yo ignoro
hay leones
en los pliegues del cuerpo
de todas las que amaste
en sus bocas, sus fotos, sus cartas
hay leones
en tu infancia y la mía
en las manos inquietas de mi padre
hay leones
en cada rostro ido que insista en tu memoria
hay leones
en la luz que te bañe
cuando el placer extremo
en tu muerte y la mía
hay leones
en la mañana dulce que te encontró desnudo
y en el sudor del sueño que te agita a mi lado
hay leones, amor
hay leones feroces, hambrientos
sanguinarios
carnívoros leones de fauces entreabiertas
y de afiladas uñas que amenazan las horas
allí y aquí
ayer mañana y siempre
a lo largo del mundo que no vi
en lo hondo de aquello que no sé
que jamás me dirías
que no preguntaré
hay dorados leones
bellísimos y crueles
hay leones
jaurías de leones expectantes
rugiendo desde un mapa
que habitamos sin ver
mientras vivimos.
Consejos
—así en la costa un barco— sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.
Antonio Machado
Viene a cuento de ésto