23 mayo 2005

LA RUTA DE LA SEDA

La turba de las ferias es un perfume vago
adormecido en el fondo del báculo
que las manos de un monje abrieron en Bizancio
capullo donde abdica la crisálida
en pos de un hilo fino que platearán las lunas
y ha de dorar el sol con el sólo reflejo
del oro verdadero
lisa hebra delgada que sellaría
la imposible amistad de Oriente y Occidente
el tráfico de gentes y de naves
desde el surco remoto de la historia
hasta el mar conocido por nosotros
Ego sum. Mare nostrum.
Ciudades como umbrales, como grietas
Estambul o Bizancio, Constantinopla
También Esmirna, Anatolia
o la oceánica Mármara, la envilecida Ankara
en lenguas tan sonoras que respiran la música
la maldición babélica se invierte
(bendice ahora su boca al pronunciarlas)
Baba, lazo, opalino cristal
levedad destinada a brillar sobre el cuerpo
escondida en el vientre de un gusano
esa forma carnal que asume el tiempo
cuando horada, preciso, la materia porosa
y paciente y fatal devora todo:
él, yo, las tiernas hojas de un árbol de morera.
Puente, línea delicadísima entre orillas adversas
catalepsia del ego y sus deseos
teje la suavidad en el telar del mundo
señálame en sus mapas con tus líneas punteadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Noentendo...plecios no entendo...