04 diciembre 2006

Lengua


No habrá una sola estrella
-ni aquella que agoniza y ya se extingue,
ni las que abren la noche brillando como furias,
ni la que permanece, paciente en sus destellos
señalando la aurora-
que sugiera a los magos más clara epifanía:
esta es La Tierra, la ciudad madre y cuna
todo el polvo y el verde del laurel y el olivo
es el doble y el nombre, la deriva, el navío
los vasos y los templos que pudieran alzarse
la plegaria, los frutos, el incienso y el rito
esta isla es la historia, la patria donde abrimos
los ojos que nos cierran las flechas, o la mano
que desciende dulcísima a sellarnos los párpados,
los caballos y el carro de glorias o de oprobios,
todo el sol que te entibie y el mar que habremos visto.
Aquí es donde llegamos, de una vez para siempre
es el día y las vísperas
el sinfín de los sueños, la corona, el anillo
es la esquiva figura de una arcilla insumisa
el paño que he teñido con púrpura y con sangre
y ha de ser ese manto que nos cubra y descubra
el lugar donde fundes en oro escurridizo
lo que adoras con alma y carne doloridas
hasta que caiga el rayo implacable que juzgue.
Es la isla y La Tierra perdida y prometida
es el plan y la suerte, es la sombra del tiempo
y es el tiempo
la ideal geometría de los cielos posibles
el tambor de un latido que percute sonoro
en el ciclo continuo de esplendor y de ruina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es como un canto a la vida, un elogio de la realidad tangible. Me gusta muchísimo.

Anónimo dijo...

Inx, como siempre: imposible que fuese mejor. Ahora bien, ¿cómo es que la vez siguiente sucede increiblemente algo más?.
Me gusta tanto leerte!!!