02 marzo 2007
Troya
Habrá visto sus pies
junto al dentado borde de esa charca
-líquido espejo del polvo y de su sangre-
habrá oído, detrás
ciertos timbales que percuten en la nuca
su funerario son.
Un mechón de cabello debió haberse adherido
a su húmeda frente
espesando la niebla siempre obtusa
que ocluye a ras del ojo la mirada.
No humilla sólo lo que ensucia
pudo entonces pensar, como cualquiera
si alguien lava en tu puerta
el diluído espectro de una máscara.
Debajo de la lluvia los escudos
reflejarían la caída, corrigiendo
la línea que trazaron, sin firmeza,
unos vientos oblicuos.
Habrá llovido el pasado, vertical
(fue breve la victoria de los alzados puentes
en la ciudad cerrada).
Y después no habría nada, nada que fuese hermético:
la pertinacia, la dureza, la insistencia
son atributos
de la obsesión del hombre y de las aguas.
La última ilusión no será la más débil
-habrá dicho sin voz- los ojos fijos
sobre sus propios pies, o el cuero opaco
de sus rotas sandalias. Un evidente simulacro
abrió los brazos a la muerte.
Un juguete de madera venció a Troya:
enorme, burdo, casi inocente
y con la forma lejana de un caballo.
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1 comentario:
El juguete es lo que siempre nos entretiene,
nos distrae,
nos nubla,
nos engaña.
El juguete
también trae en la tripa
la escurridiza
realidad.
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