18 octubre 2007

El mito del zaguán, la calle oscura


Alguien me habla y menciona
los umbrales
cada cosa
empieza en algún punto
tiene una puerta
será el orden o el caos
huevo o gallina
pero hay un día
un momento en el día
una fracción brevísima o incontable del tiempo
donde algo se inicia
algo entra en la serie
después, deriva.
A la deriva de algo
a su recuerdo impreciso
como es incierta la memoria
del tacto o del perfume
tanto más si se trata de los cuerpos
(tanto naufragio habemos, a esta altura)
que derivan y devienen
(oh, mar del tiempo)
charco de lluvia breve u oceánico capricho
a esa deriva que deviene
como cae y se desliza
el deseo
en pulsiones pequeñas
latidos sordos
a ese velero que se pierde
en un crepúsculo incesante
-la noche viene-
no podemos dejarlo en el umbral.
A los umbrales
no estaría mal oponerles los zaguanes
teoría y práctica
donde las manos ciegas
los rastros púrpura
del arrebato contenido,
los cierres
lo que se abre
aquello que abrillanta la saliva
la cercanía amenazante de los otros
la propensión a la promesa
y al secreto
como todas las calles
arboladas y oscuras
los paredones ocultos
de las fábricas, las noches de verano
-estoy pensando, por ejemplo
en aquella metalúrgica de la calle Fraga-
estoy pensando en algo
que ha derivado
en el tiempo y en mí
y ahora es el arquetipo de lo bello
el mito
aquello que sucede
por vez primera
sucede para siempre,
siempre deriva
deviene
viene.
Oh, mar del tiempo, cuántos naufragios.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De la metalúrgica yo tampoco me olvidé. Hablás de unas cosas! Encima ilustrás con una foto de mi ciudad adoptiva en los tiempos del muro. Pasado y presente, es todo a la vez.
Besos

inx dijo...

Oh, mar del tiempo.