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27 abril 2008
25 abril 2008
Raro


Serigrafías de Pablo Obelar
Bajo una luz nocturna
de amarillos faroles
tu piel gana reflejos,
brillos inesperados.
Debajo de tu frente,
pincelada morena de un íntimo verano,
arden tus ojos claros
y el cristal de tus lentes
como un eco, transforma
esa mirada fija que no todos resisten ni celebran
cuando los roza y deja
cercados y a la espera
de un enorme secreto que podría revelarse
o una frase cortante como un cuchillo exacto.
Estás por fin aquí
tu cuerpo se acomoda en un vacío antiguo
como quien viste un traje
que han hecho a su medida,
tu voz rasga silencios
convirtiendo en arena
lo que pudo ser alto como un bloque de piedra
cubierto por el hielo
de un invierno tras otro
en el ancho escenario de este llano,
este páramo
de opacas circunstancias
y sujetos opacos
asomando entre lazos
de áspera maleza
que prospera en la noche
de sombra interminable.
23 abril 2008
Procura de la poesía

No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente a ella la vida es un solo estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.
No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elude sujeto y objeto.
No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.
No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.
Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.
Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.
Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil fases secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?
Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.
Carlos Drummond de Andrade
20 abril 2008
19 abril 2008
De Ulises a Telémaco

Querido Telémaco, la Guerra de Troya
ha terminado. No recuerdo quién venció.
Los griegos, debe ser: los griegos, quién si no,
puede dejar en tierra extraña tantos muertos...
De todos modos, el camino que me lleva al hogar
resulta que se alarga demasiado.
Como si Poseidón, mientras perdíamos el tiempo,
hubiera dilatado el espacio.
Ignoro dónde estoy y lo que veo ante mí.
Al parecer, una isla, sucia, arbustos,
casas, gruñir de cerdos, un jardín
abandonado, cierta reina, hierba y pedruscos...
Telémaco, querido, en verdad
todas las islas se parecen una a otra
cuando es tan largo el viaje: el cerebro ya
va perdiendo la cuenta de las olas,
el ojo, tiznado de tanto horizonte, echa a llorar,
la carne de las aguas obtura el oído.
No recuerdo ya cómo acabó la guerra,
ni cuántos años tienes hoy, recuerdo.
Hazte hombre, Telémaco, y crece.
Sólo los dioses saben si hemos de encontrarnos.
Tampoco ahora ya no eres el chiquillo
ante el cual detuve aquellos toros.
Hoy, de no ser por Palamedes, estaría a tu lado.
Pero tal vez sea mejor así: pues sin mí
te has librado de los males de Edipo,
y en tus sueños, Telémaco, ignoras el pecado.
Joseph Brodsky
De "No vendrá el diluvio tras nosotros" (Antología 1960-1996)
Versión de Ricardo San Vicente
17 abril 2008
Hipótesis ahogadas
14 abril 2008
13 abril 2008
Aspid
A tantos años de tu muerte
pienso La Muerte
la de máscara lisa
blanca
igualitaria
la que roza los días
esparciendo en el aire
su negra limadura
-polvo en el polvo-
pienso en el pozo
de un osario común
cuando se rinden o se escapan para siempre
los guardianes de símbolos
legados
cenizas,
letras.
Pienso y pienso
en la palabra
que escribo y que clausura
el más denso silencio,
caldero donde hierve lo posible y
los cerrojos,
la herrumbre
que carga lo que digo.
Los pasajes que abro
se iluminan de pronto
como de tarde, la calle
bajo los focos
y entonces, un más certero golpe
desvanece
lo que el sol desnudaba
-en blanco sobre negro-
esa pura,
brevísima
verdad del mediodía.
La lengua es el veneno.
pienso La Muerte
la de máscara lisa
blanca
igualitaria
la que roza los días

esparciendo en el aire
su negra limadura
-polvo en el polvo-
pienso en el pozo
de un osario común
cuando se rinden o se escapan para siempre
los guardianes de símbolos
legados
cenizas,
letras.
Pienso y pienso
en la palabra
que escribo y que clausura
el más denso silencio,
caldero donde hierve lo posible y
los cerrojos,
la herrumbre
que carga lo que digo.
Los pasajes que abro
se iluminan de pronto
como de tarde, la calle
bajo los focos
y entonces, un más certero golpe
desvanece
lo que el sol desnudaba
-en blanco sobre negro-
esa pura,
brevísima
verdad del mediodía.
La lengua es el veneno.
Recurrencia

Una escena
que debió ser sembrada
allá en la infancia
cuando el mundo es apenas una idea,
una imagen perfecta
encerrada en contornos
-mosaico bizantino-.
Como un ciego, buscaste las palabras
indagando las cosas
con las húmedas yemas de los dedos,
cargando el universo
cerrado y silencioso
en tu pequeña espalda,
ángel
desplegando las alas:
una que es todo el bien que conociste
y la otra
el horror entrevisto
en un vuelo rapaz
alrededor del cuerpo,
sobre
tu oscuro cabello enmarañado
la mano que tortura tu cabeza,
nido de suma oscuridad,
tormenta inapelable
donde tiritas
solo.
Hacia el confín del día
herido por la noche interminable
cierras los ojos a un funesto resplandor
el poder de tus alas
puede llevarte hasta los límites del cielo
el brillo de la púrpura sagrada
o la mancha indeleble
la vergonzante
sangre
de tu sangre.
La verdad que los muertos conocen

Para mi madre, nacida en marzo de 1902, muerta en marzo de 1959, y para mi padre, nacido en febrero de 1900, muerto en junio de 1959. Se acabó, digo, y me alejo de la iglesia, rehusando la rígida procesión hacia la sepultura, dejando a los muertos viajar solos en el coche fúnebre. Es junio. Estoy cansada de ser valiente. Conducimos hasta el Cabo. Crezco Querido, el viento se desploma como piedras ¿Y qué ocurre con los muertos? Yacen sin zapatos |
11 abril 2008
Last blues, to be read some day
07 abril 2008
06 abril 2008
Entre tanto

Descálzate y camina
dando saltos que eviten
el calor en la piel de tus plantas cansadas
acércate hasta el borde
mira qué es lo que ocurre
al otro lado:
la tarde se desarma sobre una linea recta
de un color irreal, angustiante,
difuso,
como el concierto agudo de las calles
para quien sale
del cuarto de un hotel en el que amó
o un hospital
en el que ha visto
la danza persuasiva de la muerte
respirando al unísono
con una inútil máscara.
La ropa sucia pesa
sobre el cuerpo de ayer,
así es que pesa todo
lo que no expulsa el día en su flujo constante
ves las caras deformes de los otros
irreales
lejanas,
así verías la tuya si enfrentara
un espejo que surge sin aviso.
Dicen que aquél que observa
los bordes de sus pies
mira al pasado,
que quien anda de prisa
suprime
con un tonto artilugio
el tiempo de su viaje
como si el tiempo, en tanto
no existiese
como si hubiese muerto
un lapsus, un rapto
un desmayo de débiles conciencias
entre un lugar y el otro.
Algunos creen que el viaje
es un lugar inacabado
en el que no se está, que ir es abstraerse,
ser llevado, arrastrado
abducido de pronto
por la imposible luz de alguna nave-madre
y por eso indagamos, nos inquietan
esas escenas breves de los subtes
detrás de las oscuras ventanillas
de raudos automóviles,
o aún en terminales infinitas
donde zarpan los trenes
entre el metal y el humo
y una mano pequeña que se agita.
Yo, en cambio, desearía
cada vez con más fuerza
quedarme en ese espacio que se abre entre las vías
yo quiero para mí
con fervor, cada día
el hueco amurallado por dos hierros durísimos
si es allí donde late
el principio de todo lo que espero.
El libro de la Luc

El humor es sin duda una weltanschaung, una forma de percibir y dirigirse hacia el mundo. En esa línea que se extiende y se eleva en sus extremos como sonrisa, mueca que acusa el golpe de un perdido paraíso y se proyecta hacia un posible estado de cosas que bien podría no suspender el dolor, pero al menos, sería capaz de volverlo tolerable; escribe Rosana. Como una bruja que elabora su pócima alquímica mezclando las más diversas sustancias, combinándolas, hasta que un inesperado acontecimiento ordene las secuencias planetarias y la piedra filosofal se bañe del áureo brillo perseguido, y acontezca así, la iluminación, en medio de la espesa capa de sombra que nos cubre, a nosotros y al mundo. Porque el humor es estrategia, armadura para no entregarse inerme al golpe de los muchos dolores que la vida nos guarda, (la muy turra). Y es también una forma elaborada del amor, una caricia que se presenta como maniobra distractiva, pero con fines serios. Dicen los chinos, (que por algo tienen los ojitos así de chiquitos) que la amargura contrae y la alegría es en cambio, expansiva. Como una onda que abarca círculos cada vez más amplios, incluyéndonos, agrupándonos, acercándonos al calor de los demás, así operan estos tutiplenes. Aquí hay un poeta que canta loas a la luna y una luna que se harta de sus barroquismos y lo dice, hay un destino marcado en los berberechos, fantasías que viajan en los trenes en las horas pico, tragedias griegas ambientadas en el conurbano bonaerense, canciones que se resignifican en nuevas asociaciones, regodeos polisémicos, gracias de reunión familiar, dedicatorias, frustraciones devenidas en gags, críticas a lo que se aparta del corazón para pensarse a solas, inútilmente, ironías acerca de la propia ilusión de novela de la tarde, memoria de barrio, de infancia, de lecturas, de amores. Hay una mirada de mujer con la pintura corrida y en ojotas, versos que se escriben en la cocina, alternando la pluma con el cucharón. Y aún así, en este aparente caos, hay la sistemática, la perseverante acción de quien se da, ofreciendo a manos llenas su genio. Un genio que mora en un frasquito con moño de raso, al alcance de todos los bolsillos pero sólo de unos pocos corazones abiertos y sensibles. Leanlón, no sean giles, me lo van agradecer.
Se presenta el 9 de Abril , a las 19.30 hs. en la sala Jacobo Laks del Centro de la Cooperación
03 abril 2008
01 abril 2008
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