18 noviembre 2007

Legado



















Cuando alzábamos los ojos
desde el valle donde
las sombras púrpura
descienden,
veíamos
en la sinuosa línea de la cumbre
ese fulgor del fuego
y allí la ráfaga inconstante de una imagen
a veces uno,
remedo de hombre
desplegando los brazos
los trabajos del viento en la pesada tela
del extendido manto,
otras veces la franja
un puñado de gente
enlazada en la magia de un misterioso abrazo.
El más sabio no dijo
no pronunció sobre ésto
ni una palabra ambigua que nos guíe:
¿piensan aún los muertos?
¿prosigue la conciencia
detrás del cuerpo vano
que por un breve lapso la contiene?
¿O las cintas del tiempo en que vagamos
entre una vida y otra
son de bruma y sopor
como de piedra la ola
en el sereno océano del sueño?

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