El ejercicio de la poesía siempre se tratará de una tragedia, y para colmo, de una tragedia solitaria: mal leídos y peor comprendidos, los verdaderos poetas, a pesar de las apariencias, son (desde el punto de vista del público) póstumos. La ventura del poeta es otra: consiste en realizarse en su supremo acto de comunicación (que es siempre un don, una entrega de sí mismo a los otros), realizarse en el acto supremo del poema. Y allí termina lo principal. El resto es circunstancia, azar, ruido o silencio de la feria, y nada más.
Ya no te guardaré
Ya no te guardaré, se deshizo la música
Donde me pareció que estabas.
Eran cristales rotos, o arena, no sé bien:
yo pisé y comprendí.
Comprendí con asombro que el tiempo se estiraba
desesperado y sin sentido
y que yo no era nadie
excepto el que te amó.
Eran cristales rotos, piedras o desventuras,
Eran cuerpos enormes o cenizas, no sé.
Yo pisé y comprendí.
Raúl Gustavo Aguirre
26 marzo 2008
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