29 marzo 2008

Quién, cuándo, qué


La oscuridad es mar
que empuja hacia tu fondo.
Eran todo de mí
sus frágiles veleros,
dije nombrando
lo que aguarda en los huecos
agazapado a expensas del sentido.
¿Era yo la sustancia
de tu debilidad
anegada de espuma
herida por la cuerda tensa que aprisionas
o servil al dolor
de las amarras sueltas
que las olas se llevan
como si fuesen peces
minúsculos y muertos?
¿Sabría flotar en la espaciosa superficie, o
enfrentar, a escondidas
la turbia desazón de los espejos
rotos, clavados
con la certeza y la sapiencia del verdugo
en los extremos del madero?
¿ Podrías, después
hallar algún camino de regreso
allí donde no hay nada
que pueda devolverte, ni llevarnos?
¿Tendríamos un resto de aquél aire
en las celdillas del pulmón petrificado
o así, sin más,
un pasaje de tiempo
vano,
puro
nos dejaría, cianóticos,
como eslabones discontinuos
a lo largo de un surco
que irá borrándose, despacio
como la marca del agua
en las orillas?

Dudo. No sé saber.
El mar, como el amor
amor,
es siempre oscuro.

1 comentario:

Ruth dijo...

En la métrica, parece el mar, también. Leo siempre, aunque no diga nada, porque siento que sobra. Besitos.