22 marzo 2008

Ida solamente

Recuerdo haber salido de la casa de una amiga y estar esperando el colectivo, siendo ya las 2 de la mañana, en A. Gallardo y Aguirre. Parada en esa esquina durante un tiempo considerable, vi pasar carros de asalto, jeeps del ejército cargados de hombres armados, sentí en la desolación de la calle, el miedo y la angustia de lo que parecía inevitable, acaso por haber sido tantas veces anunciado. No sé si han cambiado las cosas o habré cambiado yo. Por entonces, el pulso del país latía tan cercano que sólo un insensible o un idiota podía no escucharlo desasosegadamente. Fueron los años de mi juventud, ese año había cumplido 18. Cuando hagan la cuenta, aquéllos a los que les importa el número, intenten poner una cifra que equivalga a haber pasado bajo ese estado de cosas el tiempo de vida (y la calidad de esa vida) que transcurre entre los 18 y los 25 años. Intenten calcularlo: un índice que pueda dar cuenta de cuán vivo se está, se puede estar, rodeado de asesinos y de muertos.


Cecilia Minervini era estudiante de Bellas Artes y militante cristiana. Tenía 20 años cuando fue secuestrada, en agosto de 1977


Los subtes y los trenes llevaban gente bella
hacia hermosos lugares
nuestras huellas planeaban recorrer continentes
imprimirse en la grava, en el fondo del mar
buscarse en los espacios más angostos y altos
que la tierra ofreciera
los cuerpos eran lisos
y el amor se bebía la espuma de los sexos
como un tenso licor apresurado
los calendarios, rebosantes de hojas,
pendían de paredes de colores vivísimos
las grandiosas ideas se agitaban
en la boca de todos
como lábiles pájaros de plumaje armonioso
en pequeñas palabras de dulzura perfecta
Los subtes y los trenes llevaban gente bella
hacia hermosos lugares
un cielo despejado renunciaba a la noche
a los párpados muertos por el filo de imágenes
que enmudecen las calles
al pánico que duerme a tu lado en la cama
mientras velás las horas con tediosos cigarros
entre ásperas esferas que repiten maniáticas
el curso de este mundo.
Los subtes y los trenes llevaban gente bella
hacia hermosos lugares
en tus ojos clarísimos declaraba el destino
mejores intenciones.