06 abril 2008

Entre tanto


Descálzate y camina
dando saltos que eviten
el calor en la piel de tus plantas cansadas
acércate hasta el borde
mira qué es lo que ocurre
al otro lado:
la tarde se desarma sobre una linea recta
de un color irreal, angustiante,
difuso,
como el concierto agudo de las calles
para quien sale
del cuarto de un hotel en el que amó
o un hospital
en el que ha visto
la danza persuasiva de la muerte
respirando al unísono
con una inútil máscara.
La ropa sucia pesa
sobre el cuerpo de ayer,
así es que pesa todo
lo que no expulsa el día en su flujo constante
ves las caras deformes de los otros
irreales
lejanas,
así verías la tuya si enfrentara
un espejo que surge sin aviso.
Dicen que aquél que observa
los bordes de sus pies
mira al pasado,
que quien anda de prisa
suprime
con un tonto artilugio
el tiempo de su viaje
como si el tiempo, en tanto
no existiese
como si hubiese muerto
un lapsus, un rapto
un desmayo de débiles conciencias
entre un lugar y el otro.
Algunos creen que el viaje
es un lugar inacabado
en el que no se está, que ir es abstraerse,
ser llevado, arrastrado
abducido de pronto
por la imposible luz de alguna nave-madre
y por eso indagamos, nos inquietan
esas escenas breves de los subtes
detrás de las oscuras ventanillas
de raudos automóviles,
o aún en terminales infinitas
donde zarpan los trenes
entre el metal y el humo
y una mano pequeña que se agita.
Yo, en cambio, desearía
cada vez con más fuerza
quedarme en ese espacio que se abre entre las vías
yo quiero para mí
con fervor, cada día
el hueco amurallado por dos hierros durísimos
si es allí donde late
el principio de todo lo que espero.

2 comentarios:

un viejo tanguero dijo...

Qué profunda respiración que tiene usted.
Besos.

Anónimo dijo...

buenìsimo!