09 noviembre 2006
Telón
Todavía no acepta
la inminencia del día
y entrecierra los párpados a
la realidad hermética del sueño.
Es la impiedad del fuego
que arrasará el palacio
lo que esta lluvia imita
obnubilando los cristales coloridos
de las altas ventanas.
En los salones de lámparas fastuosas
que recubren el sótano
se habrá perdido al menos, la tristeza
de una esperanza débil, repitiéndose.
Debajo,
donde las rotas cañerías
prospera un agua oscura
una escoria de sangres que gotean
sobre los muslos
azules, carcomidos
de la muchacha muerta.
(No conoció el adiós
de un puñado de tierra).
El deseo del amo
ha sido, al fin
como un jirón de seda,
esa hilacha que arrastra
-con todo lo que sobra y lo que cae-
como ciega ceniza, en la mañana
la mano escrupulosa de las viejas sirvientas.
Su dignidad declina
pero alguien la preserva.
Van a cubrir con fundas impecables
los muebles de la sala.
Y si hablan entre ellas, lo harán en voz muy baja.
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2 comentarios:
La imagen y el texto, en jirones. El texto: ¿seguro que alguien preserva la dignidad?
La imagen: los pasillos arrastrando siempre un andar tenebroso, incierto.
(A diario se debe pasar por un pasillo de seda y a través de infinitos textos indignos).
Donde dice dignidad, debe leerse "dignidad", Luis. Hablo de la del amo, que encarga esta preservación a otros, que consigue que se ocupen de lo suyo, a cambio de unas monedas. Saludos.
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