15 julio 2006

Nadar a tu memoria


A Claudio Conte



Necesitaba estar cerca del agua
bordear el río, vadear la orilla del océano
respirar la humedad
mojarse con la lluvia
sentir
cómo cruje la garúa en los oídos
mientras los pasos cuidadosos
deshacen los espejos de los charcos.
Tal vez siempre fue así,
pero creció la red
y en los años oscuros
las arañas pacientes
restauraron sus nidos en los páramos.
Una vez me contó
esos años lejanos de su vida
trabajando,
(le pagaban por eso)
cuidaba un cementerio
en un pequeño pueblo,
al sur de Italia.
Cortaba al ras el césped,
lo regaba,
lustraba placas,
u organizaba con arte los ramos
que formaban las flores en las lápidas.
Era una especie de pastor
el bucólico guía
de un rebaño de muertos
su oficio era cuidar
la capa fina
de esa vida que cubre
con un manto de césped, de lilas, de amapolas
lo que se hunde en la tierra
en la raíz del más allá,
vestir para los ojos
la corrupción del hueso y de la carne
la decadencia de la idea y las imágenes.
Dijo algo como esto:
-me gustaba-
sentado bajo un árbol
pasé días enteros
sin pensar
sin sed ni hambre ni ganas de fumar
no deseaba,
no sentía
que me faltara nada.
Sonrió
y era una hilera blanquísima de dientes chiquititos
una mirada enrarecida por sus pestañas rubias
unos hombros alzándose en un gesto de niño.
Casi siempre
terminaban así nuestras conversaciones;
después sonreía yo
y enseguida los dos
en un silencio que chispeaba
como una rama seca
en el centro del fuego,
mirábamos el río.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

los espejos a veces nos atrapan (como a Bruce Lee).
Si me permiten, me gustaria mirar un rato el rio con ustedes (como cuando eramos chicos y no era tan dificil sonreir).

El rufian melancolico.

inx dijo...

Todo rufián padece melancolía. ¿Nostalgia del bien?