06 enero 2008

Aokigahara


A cada paso
el crujir de hojas muertas
las ramas retorcidas
forman arcos
por donde pasa el aire silencioso y
somnífero
como siempre, los hombres
uno detrás del otro
continuo mar de árboles
el bosque de
Aokigahara
vida negra y oceánica
donde el soplo del viento
no inmuta
a los que allí se internan
intenso mar verdoso
oleaje de la angustia en su desborde
bosque de cuerpos de hombres pendiendo de los árboles
con sangre derramada sobre las hojas secas
su charco oscuro
oculta los inútiles mensajes disuasivos
¿qué advierten los carteles?
¿a qué teme quien busca, con sus manos, la muerte?
mar de impulsos cerrados
las almas suicidadas que no saldrán jamás
del lugar que les fue
en vida
intolerable
escuchan lo que han dicho
los que traen noticias
de un ordenado más allá:
el alma del suicida
sufrirá para siempre
la helada rigidez que le impida moverse
el castigo
será habitar la muerte
como una galería de infinitos espejos
repitiendo el engaño,
el dolor
la desdicha
como este mismo bosque se repite
enorme mar de árboles de piedra
como no ha de cambiar en el reloj
la hora eternamente detenida
en que el amante
cerró por fin la puerta y echó,
una por una,
-como semillas grises-
ese horror que transmuta en un deseo único
el que al bosque los trajo,
piedras en los bolsillos
la cuerda tensa.

3 comentarios:

Franco dijo...

Puf... Doña Inés, se está ganando el cielo con poemas así. Puede resultar empalagoso andar repitiendo elogios monótonamente (con el peligro siempre de caer en la mera adulonería, o en la petulancia o en la pedantería), pero ¡algo hay que decir! Aunque sea dejar constancia del sentimiento de agradecimiento.

inx dijo...

Es un poco incómodo recibir un halago en público, es verdad. ¿Qué tal si en vez de decirme que te gusta, la próxima vez me decís qué te gusta? El comentarista es, después de todo, un crítico aficionado, sin intereses de por medio, como suelen tener los profesionales. Gracias, Franco.

un viejo tanguero dijo...

Le iba a decir que me corrió un frío por la espalda al leer esto.
Pero, para no caer en las generales de su comentario, le digo que lo que me golpeó, aparte de la opresiva atmósfera tan bien expresada por las palabras, es la idea de que el suicida no termina de morir completamente, con el alivio que esto significa, y que su castigo será repetir el engaño, el dolor, la desdicha, en una galería de infinitos espejos.
Besos.