¿Recuerdas, mi alma, ese árbol favorito?
Verdes eran las tardes a su vera;
era un ombú, era sagrado y era
como un hotel variadamente escrito
por los paseantes de otra primavera.
Nosotros no grabamos nuestros nombres;
y sin embargo, cuando todo muera,
¿no quedará un recuerdo de dos sombras
besándose las manos en la hierba,
aunque esas sombras no se nos parezcan?
Las preguntas retóricas no suscitan respuesta.
Me alejo para verte en la memoria:
tan joven y en el sol, como en un barco.
JUAN RODOLFO WILCOCK
20 enero 2006
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2 comentarios:
No sé porqué, pero esas dos últimas frases, me abren como un abanico de imágenes, sensaciones, ideas, sentimientos, etc., etc. Son para mí como un ¡ábrete sésamo! Eso inabordable desde la razón que produce la poesía. Por eso y porque alguien me lo pidió, entró Wilcock al bosque. O porque era su turno, andá a saber, Silvia...
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