01 septiembre 2006

El adiós necesario























No es que huya de aquí
o abandone y nos deje
sentados como muertos
crucificados a las sillas
en hilera, expectantes
saboreando
las desazones del banquete,
no es así
-lo digo y lo he pensado-
más allá de
la creciente amargura ante su ausencia,
contemplando su espalda
y ese aire ligero que lo funde
sobre el telón incierto de las causas perdidas.
Lo digo yo
que no quisiera ver
nunca más otra cosa
que sus ojos sus manos su boca siempre próxima
no es así
-sostengo, y lo he llorado-
no es eso. No es así,
es apenas un modo distraído que adopta
el dolor que desatan
mil puñales ingenuos,
la actitud
de quien oye las voces que lo llaman
por su nombre escondido
en su lengua más íntima
y se apura, y contesta.

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