28 enero 2006
Blues
Me quedo acá
me siento
pido un café
puedo mirar por la ventana
una ciudad semidesierta
el sol es pleno
a las dos de la tarde
sé que hoy es sábado,
estamos en verano.
Media hora se desliza fácilmente
un tiempo de Dalí se mece en los relojes
la poca gente
arrastra el peso del calor.
Por momentos
casi no hay nada que se oiga
ruido de fondo,
(el fondo de las cosas suena así,
algo que está, algo que habla y no se oye)
No pasa más que la memoria
desfila
su comparsa deslucida
sus trajes rotos
un carnaval grotesco
¿porqué si es de hoy
todo parece tan antiguo?
De lamé barato
es el dorado vestido de la reina
su exagerado maquillaje
haría llorar a un niño.
A mí también se me caen unas lágrimas
-y no soy una niña-
tanto calor
y sin embargo estoy temblando:
la memoria es regreso
nos da miedo lo viejo,
lo feo asusta si retorna
vuelven entonces cosas tristes.
Para lo triste, no parece haber consuelo.
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5 comentarios:
Y aún cuando nuestra necesidad de consuelo es infinita.
Sí, tu poema me hizo evocar a Stig Dagerman.
No lo tengo, Bardamu. ¿Me contarías algo?
Muy cercano, íntimo, bello.
Gracias por compartir cosas tan profundas.
Y acá, nieva. Y en mi caso, tiemblo de calor. Y sufrí tanto. Las grietas se abren. Y del otro lado hay una Plenitud espectacular. No desespere. Sienta en el fondo que profundamente no sola que está. LA QUIERO TANTO.
Plenitud, acá, es una marca de pañales geriátricos. Con eso te digo todo. Yo también te quiero tantísimo, la más demente de mis amigas (todas ellas dementes)
Qué honor.
La demencia, bien llevada, mejor dicho, llevada, es la puerta de entrada a un lugar amplísimo.
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