26 octubre 2005

La prostitución sagrada


Parecería una incongruencia enlazar tan estrechamente lo sagrado con el ejercicio de la prostitución. Pero sólo es una incongruencia para la óptica moderna. En numerosas comunidades antiguas, la prostituta del templo era, ni más ni menos que una sacerdotisa, una intermediaria entre la divinidad femenina y el hombre; una mujer que ejercía vicarialmente los mismos actos por medio de los cuales los dioses perpetúan el desarrollo de la vida, una mujer cuyos actos carnales obligaban los actos benéficos de los dioses. Y si bien la técnica, el escenario y el sentido de la antigua prostitución ya no existen, la prostitución actual, en muchos aspectos, consiste en el mismo acto y para un fin: permitir el uso de su cuerpo por una determinada remuneración. Lo que separa fundamentalmente, el acto antiguo del moderno, es el sentido: hoy, la prostitución es un oficio ejercido para beneficio propio de quien lo practica; antes, era una de las varias formas de honrar a un dios, contribuir al mantenimiento del culto, y, también, en ciertos casos, obviar el camino hacia el matrimonio.

de: "Mitos, ritos y costumbres sexuales" P. Reynes- Lyons. Ed. Mundi. Bs. As. 1964.

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