27 octubre 2005

La punta de todo ovillo

Escribo en un estado casi inconsciente, siempre, o casi siempre. La relectura de lo escrito, me revela mucho más de lo que manejaba en el momento de escribir. Cuando doy a leer, suele haber sorpresas mayores, la mirada del otro, su propia lectura, suele agregar. El caso es que alguien me hizo notar que mis poemas se dirigían a un otro, un otro misterioso o no -todo depende de qué tan críptica haya sido- a quien pareciera que le hablo. Y ese otro se ve como Uno, pero uno cercano, íntimo, conocedor de mis vericuetos. No el posible lector, esa suerte de entelequia de cualquiera que escribe, sino alguien con nombre y apellido.
Así es. Ensayo a veces algún cambio de persona (la 1ª por la 3ª) si no puedo (uno tiene su vida real, después de todo, y ya pensaremos otro día cuál es la más real de las vidas que uno tiene) exponerme tanto. Pero así es, efectivamente, y no hace mucho que lo hice un poco más consciente; casi diría que acabo de enterarme. Los mecanismos inconscientes son madejas sumamente enredadas, uno empieza tirando de la punta del hilo, suavemente, casi ignorando la tensión que aplica, y de pronto se ve enroscado, entretejido en una infernal maraña, un laberinto muchas veces doloroso, tan doloroso que inclusive, podemos decidir abandonarlo. Eso depende del coraje que se tenga, o del que sea posible tener en ese momento, en ese exacto cruce de circunstancias. O de la tolerancia que se ofrezca a la propia cobardía. No es verdad que siempre se quiera saber, -no es verdad en mi caso-. Siempre será más cómodo hacerse el desententido, silbar bajito, retirarse. De cualquier modo, es una ética que sólo el propio yo puede advertir, decidir practicar, elaborar. Aunque -justo es decirlo, también- quien nos lea, jamás podrá pasar por aquí sin reconocer qué fue lo que elegimos. La decisión ética en la escritura, no se declama. Está escrita en la mísmisima piel de esa mano que sostiene y desliza, con mayor o menor acierto, (porque ¿cuál es el acierto, después de todo?) la pluma.

3 comentarios:

explorador54 dijo...

Dicen que sólo puede haber individualidad cuando hay más de una parte, de modo que "uno" sólo puede ser "uno" mientras mantenga un diálogo consigo mismo, es decir, mientras sea dos, el que se habla y el que se escucha. Si no hay diálogo, uno se funde con el todo.

inx dijo...

Oportuno lo suyo, como siempre.

Jorge Alberdi dijo...

Una buena reflexión. Por mi parte, siempre la lectura del otro le ha agregado un valor a los textos que yo mismo no le daba.
He encontrado también buenos versos en tu blog.
Es cierto que hay ecos.
acabo de publicar un texto que tiene un pequeño contacto con el fragmento 'prostitución sagrada'. Muy pequeño.
Cariños