12 septiembre 2005

Crítico




La ciudad es enorme
habitada por seres insensibles.
Si en angostos callejones
se asientan humedades
allí medran los pobres.
Pocas luces atentas en los ojos de todos.
Se abandonan los cuerpos. Son centellas,
hace tiempo olvidaron la sustancia del brillo.
Ocurre que presienten las murallas.
Rodeados de enemigos, anuncian guerras próximas,
los excita la sangre enervando el metal.
Mirando hacia el poniente, hay patios desolados
arrabales que extendieron la tristeza
cuando el sol balbuceaba esta lengua de sombras.
El topógrafo es ciego
sólo él ha pisado la estrechez de este suelo
anota informaciones imprecisas,
en su hastío impecable los reflejos son falsos.
Rubrica sus caprichos con sellos oficiales.

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