20 septiembre 2005

Medí tu vanidad





Nada más patético que el espectáculo de la vanidad. Es como un teatro pobre, con un vestuario deslucido, una escenografía vetusta y de mal gusto donde un mal actor se jacta de glorias que serían, para cualquiera, vergonzantes. Es la desnudez impúdica de un cuerpo feo y viejo.
Algo que se parece tal vez a la piedad, nos hace retirar la vista, quitarnos el saco para cubrir a ese pobre loco desnudo en el medio de una sala atestada de otros, pero solo, solo de la más intolerable soledad: la que se ignora.

1 comentario:

Mónica Sabbatiello dijo...

Cuando no se encuentra el camino al Ser, o al menos se intuye, sólo se puede vivir en el Parecer.
Hay un error, una terrible equivocación, que nos hizo perder en algún momento la Identidad. Y sólo queda el niño o la niñita perdida, asustada, actuando para sus mayores. Y si no se rectifica, si uno no se da vuelta como un guante, se espera todo de afuera. De los demás.
La vanidad es la más terrible de las carencias. De las miserias. Detrás de la gran apariencia está el pequeño mendigo.
Excelente su texto.