11 abril 2006
Bocas
No me digas
lo que hubieses querido
decirme ayer, cuando callaste
no menciones siquiera
aquello que guardaste en lo profundo
ni me expliques
las razones de entonces,
la intención del ahora.
Nada de eso.
Nada de eso.
Nada.
Sólo contempla
-del modo en que lo hace quien medita-
quien detiene la imagen
en la urgencia absoluta de encontrar un sentido
la raíz
el núcleo de las cosas en el centro
de ése, su propio corazón que bate
como un motor en fuga
con estruendo
con humo
con dolor
y con sangre.
Sólo contempla
tu boca en el espejo transparente
del fluído mayor
mira
atento, circunspecto
el hueco donde habita
lo feroz y lo dulce
qué hierbas muerdes
qué venenos admites
qué río de hiel se escurre hacia tu vientre
qué besas, qué masticas
y qué dices
-qué cosas dices-
qué imágenes convocas
qué respiras, qué bebes, qué prometes
qué opiniones, qué dichos, qué conjuros
qué metáforas repites para otros
cuando escribes con tintas
indelebles y oscuras.
Mira tu boca muchos días
lo que inhala y escupe
después dirije los ojos lentamente
a las bocas cercanas
estudia el gesto
un segundo antes del sonido
del trago
del beso
comprenderás así
muchas cosas del hombre,
del mundo
del amor,
de los dioses.
Comprenderás entonces
(porque así se comprende)
casi todas las cosas.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 comentarios:
yo dejé un comentario aquí...o estoy loca????
No me animaría a un diagnóstico tan apresurado, pero yo no lo vi, Silvia.
qué cosas....decía "ojalá sea así inx...hermosísimo poema"
si no fuera así, al menos en su posibilidad...¿qué sería la boca, sino un pobre hueco horroroso?
Publicar un comentario