07 abril 2006

Fuego. Agua.


En esa playa extensa
ardieron débilmente
mil fogatas aisladas,
cada astilla ha resistido
la humedad,
la marea.
La luna, como siempre, sigue allí
con métalico brillo
lidera los ejércitos oscuros,
su plan desconocido
la previsión secreta
que ha de ser el mañana.
No te dejas guiar,
no persigo
la certeza que tantas
razones velarían.
Vacilamos, pendientes.
Tan poca fe es la urgencia de un deseo.
Del lado izquierdo de tu camisa,
mojado y rojo
se puede adivinar
el destello que ocultas
como quien cubre sus ojos con las manos
resistiendo la luz.
A mi cerrado ventanal no llega el día.
Así nos vimos
cuando el vaso rajado
perdía, gota a gota,
un agua escurridiza.

Cada mitad trasluce su vacío.

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